Esta mañana, el centro ha quedado impregnado de una dulce fragancia, un olor que nos adentraba en una cultura llena de historia, color y magia.
Hemos tomado té hecho por una simpática marroquí en una de sus famosas Khaimas, hemos tenido el privilegio de probar su afamado cuscús (delicioso) y una preciosa niña nos ha mostrado su singular manera de vestir, llena de colores y brillos.
Sin lugar a dudas, ha sido una experiencia inolvidable.